Día 160
Volvió a encender el fuego y lo acerco a su boca, para prender otro cigarrillo. Era el cuarto ya en un día. Desde la ventana, los rayos del sol pedían entrar, pero ella cerraba con cortinas para negarselo. Ya todo le daba igual, hacía tiempo que estaba así, encerrada en cuatro paredes sin contacto alguno con el exterior, más que para hacer la rutina de todos los días. Nada nuevo. Todo era tán patético, tan monótono, tan cotidiano. Estaba en un estado de compresión, prácticamente detenida en el tiempo. Lo único que viajaba era su mente a años luz y los ojos revoloteaban de forma insistente, como si se fueran a salir de sus órbitas. El café de la media tarde ya estaba frío, los libros demostraban un caos interesante, la cama aún desecha y los sueños se colgaban de las paredes, como si creyeran que un día el techo se iba abrir para que salieran. Estaba sentada en su rincón preferido, dónde podía contemplar mejor el cuadro que alguien le había regalado hace mucho. Depronto, algo interrumpió sus pensamientos. Abrió el teléfono y se quedo como tildada por unos instantes. Sonrió casi estúpidamente. Levanto la mirada y con todas sus fuerzas se puso de pie. Abrió la ventana y dejó correr el viento entre sus rizos marcados. Tomó el primer abrigo que encontró en aquel desorden y salió corriendo hacia el jardín que daba a la calle. Sólo bastó un mensaje para despegarse de aquel éxtasis.
"Regresé, sólo falta que regreses tú."