Día 196

Mi única debilidad era su tristeza, su sufrimiento, su dolor. Me desesperaba, incluso me molestaba, el saber que no podía hacer nada al respecto, que nunca le iba a poder dar una solución a sus problemas ni angustias. Me aferraba al recuerdo de los tiempos en que era feliz, o al menos eso aparentaba. Y no por eso lo dejaba de querer. Probablemente sufría mucho más yo al verlo mal, que él mismo sintiéndose así. Odiaba esa sensación de culpa que me agarraba por no darle un consuelo que necesitaba, el remedio curador, una sensibilidad que iba más allá del amor y la compasión o incluso unas palabras que fueran más que palabras. Era tan extraña la situación como desconcertarte y no hallaba hasta el día de hoy, respuestas a todas esas dudas.

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