Día 215

Cuatro ruedas, movimiento. Freno y acelero. Monedas, boletos (y SUBE para los argentinos). Murmullo y silencios. Chofer, pasajeros. Un mundo imaginario que se traslada a la realidad, que se puede palpar, que se vive como tal. Entre lo que uno espera por llegar a destino, sólo puede observar. Gente. Gente malhumorada, con sueño. Gente incluso durmiendo. Gente en sus mundos, sumidas en sus pensamientos, mirando al vacio, a la nada misma, al no sé qué. Gente moviendo la cabeza al compás de la música, que sale de sus reproductores de última generación. Gente de cualquier edad. Gente que se sienta en el primer asiento y gente que se sienta al final. Gente interesante para quedarsela mirando, y gente que uno desearía que no se le sentase a su lado. Gente aferrándose a sus pertenencias por miedo a que les roben, en cualquier descuido. Gente leyendo, gente hablando con otra gente, quizás desconocidos. Gente escribiendo algún mensaje de texto o hablando por teléfono. Gente que clava la mirada en el afuera. Gente extraña. Gente que viaja por primera vez y gente que ya es como de la casa. Gente mirando con desdén a la otra gente que se pudo sentar a tiempo. Gente que exige un lugar, nomás porque se les da la gana. Gente inquieta, gente insoportable, gente molesta. Gente que da miedo. Gente que quiere entrar a dónde no hay más lugar. Gente que se cola por la puerta de atrás. Gente viva, siempre las hay. Gente con habilidades, como maquillarse entre semáforo y semáforo. Gente que todavía ejercita la caballerosidad y otra gente, que bueno, no cambia más. Gente enamorada, y gente enamorada por demás. Gente que va a estudiar, y gente que no se a que vá. Gente enojada y que todo le viene mal. Gente irrespetuosa. Gente que no piensa en los demás. Gente de todo tipo, color y clase social. Pero también está la buena gente, generosa y solidaria que siempre da su lugar o le presta 0.10 centavos al que le acaban de robar la billetera. Gente que quiere progresar, que se aguanta las tantas horas de viaje por llevar al final del día, unos pesos para el pan. Gente, gente y más gente, una cifra incalculable que sube y baja por hora. Si alguien busca al amor de su vida, súbase a cualquier colectivo alrededor de las 8:00 de la mañana, y quizás tenga suerte, pero absténgase a las consecuencias, la empresa de transporte no se hace responsable por sus cambios de humor.

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