Día 302

Como una máquina programada para hacer lo mismo una y otra vez, así actúa mi vida sin querer. Admito que no proceso todo lo que siento, me cuesta digerir ciertas cosas y otras, ni cuenta me doy de lo que en verdad esta sucediendo. Día tras día, me transformo en un robot programado, esperando, ansiosa de que algo grande y asombroso me suceda. No quiero importantes sobresaltos, sólo algo interesante para resaltar con un fibron fluorescente al final de mi camino. Quizás pretendo demasiado, pero prefiero echarle toda la culpa a mi esperanza que no se deja marchitar tan fácilmente. La rutina te termina matando -dicen- por eso de vez en cuando cambio el viaje de regreso, agrego un dulce a mi desayuno y hago cosas estúpidas sólo para recordarme a mi misma que aún existo. Juro que a veces lo olvido. Pero no puedo dejar de ser leal a mis principios, de escuchar la misma canción a la misma hora en el mismo día, y de tener esos hábitos tan quisquillosos. Lo único que espero de esta inmutable vida es recibir una noticia de el. Yo sólo quisiera saber si aún me recuerda tanto como yo a el.

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