Día 352
Cae la noche y de a poco va disminuyendo el murmullo de la gran ciudad. Nos alejamos de todo aquello mientras el sol se oculta sobre los rascacielos y las luces de las anchas avenidas empiezan a despertar. Volvemos, como todo vuelve y nos reencontramos en un autobús semi-vació dónde anidan las ganas de regresar, las conversaciones dispersadas de otro día ajetreado y los exagerados suspiros del cansancio. El recorrido tampoco influye en la rutina cotidiana. Tu cantas, yo repito, te sigo aunque me distraiga fácilmente. Lo bueno es que no me reprochas nada. Siempre estás, no justamente como quisiera que esté alguien más en tu lugar, pero no me quejo. En las buenas y en las malas tienes las palabras justas, le das sentido a esta vida que ya sabe demasiado agridulce. Por eso te amo, más que a nada ni nadie. No dejes nunca de ser mi reproductor de música, de confianza, de compañía.