Día 398

Hace unos meses creí que me moría de tristeza, literalmente, y esta vez no es otra carta más para rellenar el espacio vacío, ni siquiera es ficticio, en realidad sí lo sentí en carne propia, el estar completamente sola, abandonada, parada en la nada misma. Hace ya más de ciento veinte días que oficialmente no tengo un novio a quién querer, a quien despertar con un buen día, a quien besar o esas cosas. Pero mucho más tiempo hace que no lo decía, no se lo contaba a nadie porque quería que fuera mi secreto y prefería ahorrarme esas conversaciones de penas y de lo bien que se nos veía cuándo estábamos juntos. Luego de esa dura etapa y ahora que me siento más despierta, ya no me avergüenzo de admitir que estoy soltera, o mejor dicho, que me separe definitivamente de otra persona a la cual pensé que con amor se iba a quedar toda la vida, cómo si el amor fuera un soborno más tentador que cualquier otra cosa, y con el pasar de los días, esa persona no llamo, no escribió ni dio señales de arrepentimiento ni suplicas, simplemente se acomodó en su decisión de ocuparse en otras cosas más importantes (a mi entender, mejores) que estar en una relación. Al principio no lo quise reconocer como tampoco quise cambiar el estado sentimental en una red social (por las dudas), creí que a más tardar a una semana de la separación iba regresar con un ramo de flores y un melodrama de disculpas al cuál yo no dudaría en perdonar, pero obviamente no sucedió. Aún me levanto y duele en algún lugar profundo de mi ser, seguramente dónde quedo ese ideal de persona maravillosa mezclado con la decepción que me dejo, pero ya no sufro por su ausencia, sé que un día el hecho de que no halla vuelto se lo voy agradecer y no justamente por la inspiración para escribir estas cosas, sino porque tenía razón, alguien mejor venía después de él.

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