Día 400
Desperté, como todas las mañanas despierto, con mil cosas en la cabeza esperando a ser resueltas, algunos problemas del ayer que acechan y lastiman en los momentos menos indicados y la lista de planes por concluir. Coloqué dos cucharadas más de azúcar sobre la taza de té y me dispuse al trabajo cotidiano frente al ordenador. Como es habitual en mi, empece por escribir en un papel las cosas urgentes seguidas por las importantes y luego de ello revisé la casilla de mail y las redes sociales a las que asiduo. Lo interesante llega recién a los cinco minutos de navegar un rato, una noticia que me dejo helada, repitiendo en mi mente "porqué". Es normal encontrarse con historias de animales maltratados, personas que desaparecen misteriosamente y de la misma forma aparecen pero en una bolsa negra y sin quitar sensibilidad al asunto, de la misma forma uno se topa con las noticias más desagradables e igual de innecesarias de publicar, y como todo se volvió parte de la naturaleza cotidiana del ser humano, a la larga uno pasa por alto ese tipo de cosas, no porque este cansado de escucharlas, sino por el contrario, porque ya no quiere escucharlas. Sin embargo, nunca se puede pasar por alto la muerte de alguien con la que alguna vez tuviste una amistad, un parentesco o simplemente un trato de cordialidad. Quizás no sabías cuál era su color favorito o si su cumpleaños era en marzo o abril, pero sabes que existía, sabes como era, como hablaba, como sonreía, y lo más triste, sabes lo joven que era, que a lo sumo te llevaba tres años de diferencia pero no importaba, esa persona tenía toda una vida por delante, como vos, como yo. Entonces volví a repetir "porqué", esa pregunta que sólo nos hacemos en estado de egoísmo por querer conservar algo o alguien y como si eso en realidad cambiara algo de la vida o las palabras no dolieran tanto como el flashback de recuerdos que guardabas con esa persona en lo más profundo de tu ser. Hay cosas que uno nunca va estar listo para afrontar.