Día 170
Me cuesta creer que ya paso un año desde que nos dijimos adiós, desde que dejamos de ser los inmaduros del colegio, desde que dejamos de ser sólo adolescentes que se conformaban con un siete para aprobar a fin de noviembre. Me cuesta aceptar que por más que nos reencontremos allí, dónde comenzaron todas las anécdotas, ya no seremos los mismos ni nos trataran como lo que eramos: sus alumnos. Que nostalgia es probarse el uniforme del colegio y darse cuenta que ya no nos queda tan bien como el anterior año, o peor aún, que todavía nos entra como el primer día. Es hasta el día de hoy que sigo recordando sus voces y sus risas, la forma en que nos mirábamos y la complicidad que existía cuando sabíamos que estábamos en problemas. Son tantas cosas las que pasaron que no entiendo como las recuerdo perfectamente a cada una. Y un año después, me parece mentira que cada uno hagamos la nuestra como si nada. Como si el colegio hubiese perdido ese valor especial, y haberlo terminado sólo fué un día más, más bien una cuestión de deber que otra cosa. Y allí quedaron en el tiempo, los guardapolvos y el diploma, en un baúl llenándose de polvo, esperando a que alguien tenga ganas de lavarlo una vez más. No comprendo como es que algunos pudieron crecer más rápido que otros. Ahora sé que el "que no se corte" siempre se corta aunque ese día uno lo diga con tanta seguridad de que no pasara nunca. Yo aún vivo con la nostalgia del ayer, de un año que no vuelve más.
Graduados 2010: marcaron mi pasado,
y por eso estarán presentes en mi futuro.
y por eso estarán presentes en mi futuro.