Día 249
Dicen que si pensas en alguien más de tres veces en el día, quizás tengas la suerte de que se te aparezca, y como uno de esos sueños locos que poca gente puede relatar con tanto detalle, sucedió. En la parada justa a la hora indicada, el subió y sacó su boleto como buen usuario de aquel servicio. ¿Qué más puedo decir? El corazón se me encendió con tan sólo volver a verlo y a pesar de haber pasado meses, estaba igual, hermosamente igual, con su pelo castaño prolijamente recortado, sus ojos cafés relucientes y su particular tatuaje bajo la oreja derecha sobre el cuello, y digo particular porque no era la inicial de alguien o una miscelánea cualquiera; no, era un lápiz quebrado justo por la mitad. Supuse que quizás tendría que ver con el Golpe de Estado del ´76, y algún familiar desaparecido en La Noche de Los Lapices, más historia Argentina. Ahora sí que la situación era perfecta, el sentado a mi lado porque el destino lo predispuso así o, porque era el único lugar vació que se desocupo justo a tiempo para él. Y sigo repitiendo que todo era perfecto hasta que... No había necesidad de que esa chica se subiera en el mismo colectivo y que lo reconociera entre tantos pasajeros habidos y por haber y que lo tuviera que saludar con un beso tan intensamente prolongado en la boca. Ahora sí que las mariposas iban a salir volando espantadas de mi cuerpo, y viendo la situación tan acaramelada entre los dos tortolitos no me quedo otra más que cortarles el momento cursi:
-Permiso, acá me bajo.
Lo más irónico es que tuve que caminar tres cuadras demás porque me baje una parada antes. Pero si yo tengo una mala suerte...