Día 251
Yo también soy de las personas que le cuestionan a Dios porque se lleva a los débiles, a los buenos, a los generosos, a los valientes. Porque deja que los niños mueran de hambre o de enfermedades que ni siquiera deberían existir, ni tampoco comprendo que clase de justicia maneja Dios si deja que una madre a punto de dar a luz muera de un balazo o un pobre tipo que llega de trabajar, le roben su sueldo y muera de un balazo en la cien. Me cuestiono, como muchos, por el simple hecho de que no sufren únicamente los que están en terapia intensiva, en estado vegetativo o con enfermedades terminales, sino también todos los que están a su alrededor. Pero me parece que hay un límite para bombardear al pobre de Dios con nuestras supuestas injusticias cuándo somos nosotros mismos los primeros en ejercerlas. Esto no es un trámite ni tampoco se trata de llenar un libro de firmas para ver a quien escucha primero. Dios no tiene libro de quejas, sino, un libro de respuestas y en todo caso, Él nos escucha a todos. Pero nosotros no lo escuchamos a Él. Será porque siempre tenemos algo que hacer, algo en que pensar, o sencillamente, nos disponemos a descansar, pero obviamente hasta no hacer nada implica hacer algo. Ahora, cuándo llegan las malas noticias por el medio que sea, ahí llamamos a Dios. Y a todo esto... ¿Dios también tendrá alguna queja?