Día 261
Hoy recordé algo muy extraño de mi infancia: Cuándo tenía siete u ocho años, pensaba que los colores de las banderas de cada país se debían a su color del cielo. La teoría era perfectamente comprobable en mi país (celeste y blanco) pero cuándo hice un viaje a Brasil, el cielo no era ni verde ni amarillo. Desde entonces, y he aquí el motivo por el cual odio la ciencia. PD: Vale aclarar que pensamientos infantiles no es lo mismo que pensamientos de infantes.