Día 289
Odio los días de lluvia por la humedad que hay y no me deja abrir la ventana para respirar aire puro en el colectivo, y por ende, también odio los paraguas. Además de ser un arma blanca, se desarman con el más leve soplo de viento. Al señor ese le quiero decir que tenga cuidado con su paraguitas de puntas que casi me saca un ojo. A la señora esa le pido que por favor si va tener su paraguas abierto ¡No se ponga en el único lugar que hay techo! Porque los otros pobres infelices como nosotros, nos estamos empapando. Al colectivero lo mandaría a freír churros por tenerme 20 minutos ahí esperando en la parada bajo la llovizna esa que se desencadena en resfrío de varios días. A los nenitos los daría un zarandeo por ser tan inquietos y provocar que casi pise un charco, a ellos y a la madre también le vendría bien. Y al tipo fumador compulsivo, le agradezco por tirarme todo su humo en la cara. ¡Ah, si! Y a la otra señora que se hizo la viva y se colo en la fila (mientras yo estaba primera), a ella también le mando un besito de agradecimiento. Y no sé quién habrá sido el que dijo: ¡Besémonos bajo la lluvia que es romántico! A vos te digo, no es de romántico, es de gil. ¡Después los dos están en cama con 38º de fiebre y no se pueden ver por una semana!
Un toque de sarcasmo para terminar el día...