Día 293

La bronca, la impotencia, la angustia, y tantas cosas más eran la razón de su ira. Una lluvia de sentimientos, una catapulta de dolor contenido y esa persona sin dar señal alguna. Quería llorar, aferrarse a lo que sea y a la vez, romperlo todo a su paso. Estaba digiriendo la noticia, áspera, amarga, penosa, hasta incoherente, y sin explicaciones de su parte. La había dejado, plantada como una planta sin media esperanza ni ilusión para continuar. Había sido muy puntual, de eso no había duda, pero lo extraño era la situación tan insólita como inquietante. Se había ido para estar con otra, y no había otra justificación más acertada ni una respuesta que aclarara las cosas en esa noche tan desolada. Se le había burlado en la cara y valla uno a saber desde hace cuánto tiempo, pero un hombre, un hombre de verdad, no sería capaz de hacer tal cobardía. Pero él, él no era un hombre, justamente él era la antítesis del amor y todo porqué la había cortado el rostro por un mensaje de texto.

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