Día 296

Me voy perdiendo, me voy quedando atrás, ya no tengo ganas de seguir escuchando la misma conversación que se torna cada vez más aburrida que el re-play de mi canción favorita. Me ahogo en mis pensamientos y cualquier cosa me resulta más distrayente que tus propias palabras, ni siquiera puedo seguir fingiendo ni balbucear un inaudible ¿qué? sin tener un mínimo interés. No te oigo y no me interesa lo que quieras decir. Hablar conmigo es igual que hablarle a la pared, tan muda como sorda, y los monosílabos se disparan de manera automática. Si. No. No sé. No tengo ganas de seguir el hilo, ni mucho menos tener que explicar el porqué no tengo ganas. Sólo quisiera tener el poder suficiente para ponerte en mute y apreciar la paz del silencio, el sonido de mis pulsaciones, el ritmo de la respiración y el impacto de un alfiler sobre el suelo frío. Incluso, si te callaras de una buena vez y te ahorraras un poco más de saliva, podríamos conectarnos por telepatía sin mediar palabra alguna y ser un poquito más felices.

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