Día 324
Puedo sentir como el corazón se me acelera por pensar en lo que vendrá. En cualquier momento va estallar dentro de mi pecho de tan fuerte que se agita como una locomotora. Después de que cruce esa puerta nada será igual. Pienso en un posible rechazo y que no de lo mejor de mi, que fracase, que me valla mal. Entro en pánico, la respiración se me entrecorta, la mente se hace una laguna. Me tiemblan las piernas, me sudan las manos y ya no me siento tan preparada como creía. Quiero dar la media vuelta pero a la vez quiero que pase de una vez. Esta situación me incomoda. La ansiedad me bate el estómago, los nervios me matan. Quiero correr pero ya no tengo marcha atrás. Me siento atrapada. Se abre la puerta sigilosamente. Es la hora. Me llego la hora. Me quiero ir. Pero contrariando mis miedos, actúo por instinto y avanzo hacia delante sin mirar atrás. Me armo de valor a la fuerza y cómo puedo, me digo a mi misma que voy a poder, que todo va estar bien. Pero la verdad... ¡Cómo odio dar examen final!