Día 397
Risas, mucha gente, preguntas al aire sin respuestas concretas, en el fondo una canción irreconocible y aún así pegadiza, posiblemente la halla escuchado antes; una mesa revuelta, platos descartables, gotas de bebida salpicada sobre el mantel floreado destinado a los días de visitas, el timbre que suena cada dos por tres, más personas que entran, saludan, otras que se van y olvidan decir adiós, otra cuestión de cortesía; mucho despabilamiento para ser la noche, ojos brillantes, despiertos, impacientes, algunos más coquetos, más felices, me gustaría saber su secreto a tanta alegría, el chasquido de un beso, una palmada para levantar los ánimos, alguna pena ahogándose en un vaso, silenciosa para no ser descubierta, para que nadie le cuestione el motivo, y no desatar unas lágrimas inoportunas, una escena de puro dramatismo, mejor que el nudo en la garganta se disuelva solo, con el efecto del alcohol, otro vaso por favor, seguramente le gustaría imaginarse que esta en un bar, solo, invisible para los demás, aún no sabe porque decidió asistir si sabe que no puede olvidar, mira de reojo su celular, tiene la corazonada que esa noche un milagro puede suceder, del otro lado alguien se va arrepentir y lo va llamar, para decirle que esta lista para regresar, pero nada, pura ilusión, lo único que cambia es el minutero, odioso minutero, quiere morir, se siente morir, a pesar de estar rodeado de todos los demás, más conocidos que amigos, nada lo llena, ni esa bebida que traga entre desprecio y angustia, cómo si fueran agujas de coser, quiere ser fuerte, hacer algún chiste estúpido para salir del paso, para pasar el rato, y no pensar en los años, los mejores de su vida, que no prometen regresar.
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