Día 405

14 de Febrero. Un día más en el cual el marketing le gana al amor. No tengo dudas, personas enviándose mensajes verborrágicos de sentimientos profundos, eternos, hipócritas y excesos de corazones, «xoxo» y «esta noche nos veremos». Desde las vistas panorámicas en una plaza, desde un balcón olvidado en el corazón de la ciudad, un auto en la carretera y cursis demostraciones con promesas de lealtad que duran un suspiro como un ramo de rosas, hasta que se pase la fiebre del día, sean las 12 y todo regrese a la normalidad, a lo típico, a lo insignificante, a lo que nadie quiere ver, saber u oír en público porque eso es cosa de alcobas. No, no soy mala onda o mala leche, soy sincera, honesta, y no me lo creía ni cuando creía estar enamorada, pero lo que si es creíble o increíble es la manipulación de los medios para vender amor en un aviso clasificado, en una fotografía que durará 5 segundos en la televisión o en las redes sociales, ni los pasacalles sobreviven más de un mes en pie, sin que una tormenta o una ruptura lo termine sacando a la fuerza para dejar en el olvido ese aviso que en un 14 de febrero hizo sacar hasta lágrimas de emoción. Todo es efímero, hasta el amor, hoy te ama, mucho o demasiado, con locura que no podría seguir viviendo sin su otra mitad, hasta que un día, cualquiera, se despierta y decide no quererte más, mirar hacia otros horizontes, dejarte ir y derribar eso que creían llamar amor, alto y fuerte como un monumento, único e invaluable. Y al final, como una flor deja de vivir en su esplendor, se deja marchitar. Si el amor es puro, no se deja de querer de la noche a la mañana, no tiene un día puntual para gritarlo a los cuatro vientos, ni necesita del marketing para sobrevivir día a día.